Proteger el suelo para mitigar el cambio climático
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La desertización y la pérdida de suelo afectan gravemente a la biodiversidad y al sustento de la vida terrestre.
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El suelo actúa como barrera de emisión y sumidero de CO
El cambio climático es uno de los grandes problemas a los que se enfrenta la humanidad y buscar soluciones para mitigar sus consecuencias está en la agenda de muchos gobiernos e instituciones. Esta emergencia ambiental afecta gravemente al subsuelo y su protección es clave para paliar sus efectos.
Según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), publicado en agosto de 2021, los cambios observados en el clima en todas las regiones del mundo no tienen precedentes en cientos de miles de años, y algunos ellos, como el aumento continuo del nivel del mar, no se podrán revertir hasta dentro de varios siglos o milenios. Esta situación requiere medidas urgentes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de manera inmediata y a gran escala, de lo contrario, limitar el calentamiento a cerca de 1,5º C o incluso a 2º C será un objetivo inalcanzable.
El foco de preocupación por el impacto del cambio climático se centra en el aumento de las temperaturas y en la modificación del régimen de precipitaciones, incrementando la frecuencia e intensidad de los eventos climáticos extremos. Pero también hay que considerar el impacto del cambio climático en otros entornos y aspectos, igualmente sensibles e importantes para el medio ambiente y que no reciben tanta atención mediática. Uno de ellos es el subsuelo, donde el cambio climático también tiene un impacto importante, tanto en el componente suelo como en el componente de las aguas subterráneas.
El suelo constituye el hábitat propio de entre el 25 y el 30% de la biodiversidad, además del sustento del resto de la vida terrestre, y el cambio climático incide directamente sobre él de una manera dramática mediante la desertización y la pérdida de suelo. El aumento de la temperatura y la disminución de la precipitación propician la pérdida de la cobertura vegetal que, además, se ve agravada por un incremento de los incendios forestales. Los eventos torrenciales posteriores favorecen la generación de procesos erosivos intensos y generan una pérdida mayor de esos suelos, ya desertificados.
El suelo tiene una implicación importante en la liberación de CO2 en la atmósfera, ya que actúa como barrera de emisión y sumidero de este gas, además de ser el sustrato de las especies vegetales, que son uno de los principales mecanismos de absorción de CO2. La pérdida de suelo y de su calidad, limita esa capacidad de sumidero y de sustento de la vida vegetal. Por tanto, la conservación del suelo y su mantenimiento en el mejor estado posible es una obligación de todos para luchar contra el cambio climático.
Dedicar esfuerzos a proteger los suelos, fijándolos y asegurando su buen estado cualitativo, evitando salinizaciones, acidificaciones y contaminaciones, debe ser otro de los retos que el planeta debe enfrentar de manera inmediata. Desarrollar acciones para tener una cobertura de suelo sana es una de las medidas de mitigación del cambio climático más efectivas.